Una de las cosas a
las que no solemos prestarle atención a la hora afrontar cómo
adelgazar es la cuestión del sueño. Pocos piensan que exista una
relación causal más o menos estrecha entre las horas que dedicamos
a dormir y la pérdida de peso.
Cuando iniciamos una
dieta, que normalmente si está bien diseñada, conlleva una
rutina de ejercicios más o menos elaborada, puede no ser
suficiente para perder peso, porque no se nos ocurre pensar que uno de
los factores que pueden revertir nuestra pérdida de peso pueda ser
precisamente el sueño, y más concretamente la falta de sueño.
Entre otras razones
que más adelante vamos a comentar, existe una buena razón
psicológica para que ganemos peso si dormimos poco o mal: estamos
más irritables, cansados y poco predispuestos a atenernos a una
disciplina encaminada a pasarlo aún peor de lo que nos sentimos por
la falta de sueño. Así que no es extraño que caigamos en desmanes
reactivos y comamos más de lo que debemos o nos “premiemos” con
algunas golosinas.
Sin embargo, como ha
demostrado la Dra Siobhan Bancos, existe una relación fisiológica
directa entre la falta de sueño y el funcionamiento normal de
nuestro cuerpo. Tras un estudio con 92 adultos, se encontró que
cuando se les restringió el sueño a sólo 4 horas, ganaron 1,5
kilos en 11 días.
Aunque los mecanismos exactos aún no están del
todo dilucidados, hay ciertas nociones que están más o menos
claras, en las que están implicadas un par de hormonas cuya
secreción y regulación viene determinada por la duración y calidad
de nuestro sueño.
Algunos
investigadores contemplan la posibilidad de que la restricción de
sueño conduce a un aumento de la hormona grelina, que estimula el
apetito. Producida en el estómago, su elaboración tiene lugar
predominantemente en las horas de sueño, y sobre todo, lo que
fundamentalmente elabora nuestro cuerpo con un sueño adecuado es una
grelina adecuada, ya que la falta de sueño lleva a una estimulación
excesiva de grelina: en los estudios realizados en Canadá, se
encontraron niveles un 15 % superiores en sujetos cuyo sueño quedó
restringido a sólo 5 horas.
Otra hormona
relacionada directamente con nuestra ingesta es la leptina, la cual
nos informa de cuándo nuestro cuerpo tiene suficiente. Un estudio
realizado en el Wisconsin Sleep Cohort Centre encontró unos niveles
reducidos de leptina y aumentados de grelina en sujetos que habían
recibido restricción de sueño, con lo que el estudio concluyó que
estas alteraciones en los niveles de ambas hormonas tendían a aumentar significativamente la necesidad de ingerir alimento.
Sin embargo, no se
trata del número de horas que durmamos, no todos tienen necesidad de
dormir ocho horas, ello es muy individual, simplemente necesitamos
sentirnos realmente descansados.
Todos los estudios
concluyen que dormir mal (no poco) puede tener una serie de efectos
secundarios negativos sobre nuestro cuerpo, y
cómo adelgazar, como que hagamos malas
elecciones de nuestros alimentos, ausencia de energías para hacer
ejercicios, y puede enlentecer significativamente nuestro metabolismo.
Para afrontar y superar estos problemas, la Dr. Bancos sugiere que
hagamos ejercicio por la tarde, como un par de horas antes de
acostarnos. Ello produce un aumento de la temperatura corporal,
aliviando el estrés, y dejando nuestro cuerpo listo para cuando nos
vayamos a acostar.
Otra solución que
aporta el Dr. Sharp pasa por introducir una zona de amortiguación,
es decir, realizar actividades relajantes en el intervalo entre las
estresantes de nuestro trabajo, y el periodo de sueño reparador.
De
esta manera conseguiremos tal vez, descansar cuando dormimos, y así
no perderemos el equilibrio necesario entre las hormonas implicadas
en el apetito y la saciedad y nuestro cuerpo, pudiendo lograr el
nivel óptimo de funcionamiento necesario para que la dieta que
estemos llevando a cabo produzca los efectos buscados de perder de
manera consistente nuestro peso.