Recientemente, algunas investigaciones científicas han demostrado que la adicción a la comida es una patología real. 

Varios experimentos realizados en animales y seres humanos revelaron que las áreas cerebrales relacionadas con el placer -que se activaban con la cocaína y la heroína- también respondían a ciertos alimentos muy tentadores, sobre todo aquellos altos en azúcar, grasas y sal.

Tal como sucede con las drogas, las comidas sabrosas disparan químicos en el cerebro que nos hacen sentir bien, como la dopamina. Cuando una persona experimenta placer asociado con la suba de la dopamina, provocada por ingerir determinados alimentos, rápidamente siente la necesidad de comer otra vez.

Una de las desventajas de las comidas ricas en azúcares y grasas es que activan señales en el cerebro que pueden anular otras, como la sensación de saciedad. En consecuencia la persona continúa comiendo aún incluso sin sentir hambre. Además, quienes muestran signos de adicción a la comida pueden desarrollar tolerancia a los alimentos: es decir, que cada vez necesitan comer más para sentirse llenos.

No solo las personas obesas pueden ser adictas a la comida; existen pacientes con un peso normal cuyos cuerpos están programados genéticamente para asimilar más las calorías extras que consumen. Muchos deben incrementar las horas de actividad física para compensar la sobre-ingesta.

La adicción a la comida no solo provoca aumento de peso, sino que puede dañar las relaciones interpersonales. Tal como sucede con las drogas, a quienes padecen esta patología se les hace muy difícil cortar por lo sano y retomar los buenos hábitos. A continuación veremos cuáles son los síntomas principales de la afección para saber reconocerla a tiempo.

• Terminar comiendo más de lo que pensabas siempre que ingieres determinado tipo de alimentos.
• Continuar consumiendo alimentos aún cuando ya no tienes hambre.
• Comer hasta sentirte mal del estómago.
• Preocuparte de no estar incluyendo ciertos alimentos en tu dieta o lamentarte por tener que descartar algunas comidas en tu nutrición diaria.
• Hacer cualquier cosa por conseguir un alimento que no tienes ahora al alcance de la mano.
• Ingerir determinados elementos en tal cantidad o tan seguido, que empiezas a ocupar más tiempo en comer que en trabajar, pasar tiempo con tu familia o realizar actividades recreativas.
• Evitar reuniones sociales o laborales donde van a estar disponibles ciertas clases de comidas, por miedo a comer de más.
• Tener problemas para rendir lo suficiente en el estudio o en el trabajo por causa de la comida.
• Presentar excesiva ansiedad, agitación o determinados síntomas físicos al reducir en tu dieta ciertas clases de alimentos.
• Sentir depresión, culpa, ansiedad o aversión hacia ti mismo por el simple hecho de comer.
• Necesitar cada vez más comida para aumentar la sensación de placer o reducir las emociones negativas.
• Detectar que ingerir siempre las mismas cantidades de comida ya no provoca más placer o reduce los sentimientos negativos como antes.

La ciencia todavía está investigando para entender la adicción a la comida y encontrar tratamientos adecuados para los pacientes que la sufren. Un profesional (médico, nutricionista, psicólogo) que pueda ayudarte a romper este círculo vicioso debe tener conocimientos específicos sobre la adicción.

Algunos profesionales aseguran que recuperarse de esta patología puede ser bastante más difícil que salir de otra clase de adicciones. ¿Por qué? Porque nadie puede abstenerse de comer. Los alcohólicos pueden dejar el alcohol, pero ningún ser humano puede dejar del todo la comida.

Actualmente está creciendo el número de programas que ayudan a las personas adictas a la comida, como por ejemplo, Adictos a la Comida Anónimos en Recuperación o Adictos a la Comida Anónimos. Dichas asociaciones trabajan en un sistema de 12 pasos para curarse de la patología, lo que incluye seguir una dieta estricta descartando ingredientes “problemáticos”, como el azúcar y las harinas refinadas.