Un investigador de la Universidad de Yale llamado David Katz es el artífice de esta dieta que, tras su publicación, se ha convertido en un best-seller en Estados Unidos y cuenta ya con un buen número de fans en todo el mundo.
Conocida popularmente como la Dieta del sabor justo, este régimen alimenticio fue publicado íntegramente en la obra Flavor Point Diet, donde además de las directrices generales de la misma se incluye un buen número de recetas, menús detallados y variados y algunas guías extra como unas pautas de compra o consumo.
Básicamente, la premisa general de la misma es el control de los sabores. Similar a un método disociador, el régimen consiste en preparar platos monotemáticos pues, según su autor, mezclar sabores diferentes hace que aumente el apetito, y por tanto, que el auto-control sea mucho más difícil de conseguir.
Así, la idea principal es escoger un solo sabor para cada comida y, así, contribuir a disminuir el apetito y a hacer la pérdida de peso más fácil.Por ejemplo, si los cítricos fueran la elección del día, se desayunaría un dulce con sabor a limón, se comería una ensalada aliñada con limón, se tomaría un yogur de limón en la merienda y se cenaría, por ejemplo, unos espárragos aliñados con limón.
La dieta continúa de esta forma durante un mes aproximadamente. Después, se inicia una segunda fase en la que el control de sabor no se realiza tomando el día como medida de tiempo sino cada una de las comidas, permitiendo así tener tantos sabores como comidas tiene el día: un desayuno dominado por los lácteos, una comida de pescado...
Finalizado el plan de alimentación, de una duración aproximada de unos dos meses, se ha conseguido, además de una pérdida de peso, el control del apetito. A partir de aquí se debe llevar un control de las comidas y las cantidades, aunque puede comerse ya de todo y como deseemos.
A pesar de que se trata de un régimen bastante monótono para muchas personas, lo cierto es que no es tan restrictivo como otro tipo de dietas, pues se permite comer casi de todo, siempre controlando los sabores y la cantidad y evitando, en la medida de lo posible, los productos muy procesados, refinados o industriales.