Una de las peores características de la dieta moderna es su alto contenido de azúcar agregado. 

Hace ya varias décadas, cuando las autoridades alentaron a la población a consumir menos grasas saturadas y colesterol, la industria reaccionó sacando al mercado una serie de productos en versión “light”. El problema es que cuando se le quita la grasa a un alimento, pierde mucho sabor; y para compensarlo, se le comenzó a agregar mayor proporción de azúcar.

Así, hoy en día consumimos grandes cantidades de este ingrediente sin darnos cuenta. Se calcula que ingerimos el equivalente a una lata de gaseosa de 350 mililitros cada 7 horas; solo en Estados Unidos, las personas consumen 22 cucharadas de azúcar agregado a diario, que representan 355 calorías, lo que estadísticamente llevaría a aumentar de peso 32 kilos en solo 1 año.

No es que las personas agreguen muchas cucharadas de azúcar a su café; la mayor parte es consumida desde alimentos elaborados. 

La mayor parte de las comidas procesadas contienen azúcares añadidos: basta con leer la información nutricional de los envases para comprobarlo. El problema es que muchos fabricantes utilizan expresiones confusas en la etiquetas a propósito, para que el consumidor no registre la verdadera cantidad de azúcar que incluye el producto.

Por otra parte, varias de las principales organizaciones de salud incluso avalan el consumo de estas comidas poco saludable. Por ejemplo, la Fundación Cardíaca Australiana aprueba la ingesta de cereales para el desayuno, yogur bajas calorías y panes que aparentemente son sanos, pero que están fabricados con una peligrosa proporción de azúcar. 

El azúcar añadido puede dañar severamente el metabolismo; este elemento aporta una gran proporción de fructosa, un azúcar simple metabolizado por el hígado, que la transforma en grasa. El proceso a la larga provoca resistencia a la insulina y acumulación de grasa visceral.

Los lípidos que se acumulan alrededor de los órganos son peores que los que se acumulan bajo la piel y son causa de desarrollo de muchas enfermedades crónicas. Secretan hormonas inflamatorias en el flujo sanguíneo que provocan estragos en la salud. 

Por otra parte, el azúcar también es agregado en jugos de frutas, batidos y cócteles, lo que acarrea un efecto engordante porque el organismo no registra las calorías líquidas como comida.

Así, las bebidas calóricas no sirven para compensar el consumo de alimentos y recortar la ingesta de comida, lo que provoca un aumento severo de peso. Es importante aclarar que esto no sucede con el zumo de fruta natural, que como contiene fibra, da sensación de saciedad y aporta azúcares saludables.