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Fresco vs congelado ¿qué es mejor?

A la hora de consumir alimentos frescos o congelados, se suele plantear la comparación nutricional para elegir uno u otro.

Sin embargo, comprar nuestros alimentos siempre frescos puede estar mermando un tanto la cantidad de nutrientes que recibimos, ya que la vida útil de los nutrientes en los alimentos frescos no es indefinida.

Y, salvo que tengamos nuestra propia granja de donde recolectamos directamente los alimentos que vamos a consumir en el día, cuando compramos en el supermercado, pueden no ser tan “frescos” como nutricionalmente necesitamos. 

Por eso, una compra equilibrada de productos frescos y congelados, puede ser nuestra mejor opción. Vamos a extendernos un poquito sobre estas afirmaciones:


Al congelar la mayoría de las frutas y verduras, éstas pasan por un proceso de “blanqueo”, durante el cual ciertas vitaminas se deterioran; sin embargo la mayor parte del valor nutritivo original de un vegetal se mantiene íntegro durante la congelación.

En otro proceso, los fabricantes cortan las verduras y las someten a agua caliente, para fijar el color y eliminar las bacterias perjudiciales, y aunque las vitaminas C y B no se descomponen cuando se exponen a ese calor, sí son solubles en agua, por lo que las verduras congeladas no son las fuentes ideales de dichas vitaminas.

Otra consecuencia del almacenamiento a largo plazo es que la vitamina C se degrada, por lo que lo mejor es comer los productos frescos lo más rápidamente posible después de comprarlos en el mercado.

Otros antioxidantes también son afectados por la congelación, aunque no en todas las verduras. Por ejemplo, las judías verdes frescas tienen más beta carotenos que las congeladas, sin embargo, los guisantes congelados tienen más que los frescos.

Y es necesario tener presente que la duración de la vigencia nutricional de los productos congelados no excede el año: después todos los componentes nutricionales, vitaminas y demás, comienzan a degradarse a toda velocidad.

Los productos seleccionados para su congelación se dejan madurar completamente y entonces se recogen, en lugar de cosecharlos más tempranamente, como cuando se destinan al consumo fresco, en el cual estos vegetales van culminando su maduración mientras se los transporta al mercado.

Esto supone una diferencia nutricional ya que las verduras maduras contienen todos sus principios nutricionales, a diferencia de aquéllas que son destinadas al consumo sin congelar, que son recogidas aún sin madurar completamente, y culminan dicho proceso durante el transporte al los mercados.

El claro inconveniente es que los productos frescos probablemente se lleven varios días en el suelo, antes de ser transportados.

Y aún después de ser adquiridos, no son consumidos inmediatamente: la mayor parte de las veces, permanecen en nuestro frigorífica algún tiempo más, durante el cual, pierden otra buena cantidad de nutrientes.

Hay verduras congeladas a las que, como pasa sobre todo con las salsas, se les han añadido aditivos no precisamente saludables, como grasas, conservantes y sodio.

Por otro lado, las frutas congeladas sufren la adición de azúcares, lo que obviamente las hace mucho menos saludables que sus contrapartes frescas.

A la hora de preparar tanto los productos frescos como los congelados, hemos de evitar hervirlos, ya que reducen su valor nutricional, así que lo mejor es cocinarlos al vapor, o bien, frescos.

Si está cocinando congelados, no los descongele, hágalos al vapor directamente, ya que, como demostró un estudio publicado en la revista “Die Nahrung”, cuando se dejan descongelar verduras como las judías verdes o las espinacas, éstas pierden una gran cantidad de vitamina C. Cuando las cocemos al vapor, conservamos la mayor cantidad posible de vitamina C.

Las frutas no suelen pasar por un proceso de escaldado antes de ser congeladas, por lo que su poder nutricional es equivalente al de sus congéneres frescos. 

Por ejemplo, apenas hay diferencia nutricional entre los arándanos frescos y los congelados; sin embargo, los melocotones pierden parte de su contenido en fibra y fitonutrientes, al ser congelados, pues han de ser pelados previamente.

Como vemos, salvo que tengamos nuestro propio huerto, la alimentación fresca apenas es mejor que la congelada, salvo en contadas excepciones.

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