De todos los alimentos que forman parte de la dieta moderna, el azúcar refinada se considera el más perjudicial. Puede tener efectos nocivos sobre el metabolismo y contribuir a todo tipo de enfermedades.

Una persona promedio consume un récord de 27,3 libras de dulces cada año, el equivalente a seis barras de chocolate de tamaño regular ¡a la semana! El cuerpo humano no está capacitado para tolerar esta gran cantidad de hidratos de carbono refinados. Los órganos vitales en el cuerpo están realmente dañados por esta altísima ingesta de azúcar.

La azúcar refinada no contiene ninguna fibra, no tiene minerales, ni proteínas, ni grasas, ni enzimas, sólo calorías vacías. ¿Qué sucede cuando usted come un carbohidrato refinado como el azúcar? Su cuerpo debe pedir prestado los nutrientes vitales de las células sanas para poder metabolizar la comida incompleta. El calcio, sodio, potasio y magnesio se toman de diferentes partes del cuerpo para procesar el azúcar.

Para entender los daños causados por el consumo de azúcar, resulta necesario entender antes la composición química del azúcar. Antes que el azúcar entre en el torrente sanguíneo a través del tracto digestivo, se descompone en dos azúcares simples: glucosa y fructosa.

La glucosa se encuentra en todas las células vivas en el planeta. En resumen, la vida sin ella no sería posible. Si no la conseguimos a través de los alimentos, el cuerpo la produce por sí solo.

Por su parte, la fructosa es diferente. Nuestros cuerpos no la producen y no hay necesidad fisiológica para ello. Para las personas que son inactivas y mantienen una dieta occidental, las grandes cantidades de fructosa provenientes del azúcar refinada se convierte en grasa que se aloja en el hígado.

Lo perjudicial de la fructosa está en que sólo puede ser metabolizada en pequeñas cantidades por el hígado. Esto no es problema si comes un poco, como la proveniente de las frutas, o cuando terminas una sesión de ejercicio físico. En estos casos, la fructosa se convierte en glucógeno y se almacena en el hígado, hasta que lo necesitemos.

Por el contrario, comer una gran cantidad de fructosa sobrecarga el hígado, lo que obliga a la fructosa a convertirse en grasa. Al comer azúcar en varias ocasiones, este proceso puede provocar hígado graso y además resistencia a la insulina, lo que conduce a la diabetes.

Es importante que tenga en cuenta lo siguiente:

• Es casi imposible consumir un exceso de fructosa a través de las frutas. Así que puede comer cuantas manzanas, peras, naranjas o lechozas desee, sin preocuparse por la amenazante fructosa.

• Los niveles de fructosa que puede procesar las personas es variable. Las personas que son saludables y activas pueden tolerar una mayor cantidad de azúcar que las personas que son inactivas y mantienen una dieta alta en carbohidratos, que no es más que la típica dieta occidental rica en calorías.

El azúcar es adictiva y ha sido catalogada como la droga más peligrosa de los últimos tiempos. No exageramos al proponer que los refrescos deberían llevar advertencias que exhorten a la población a reducir su consumo, como en el caso del alcohol y el tabaco.

El azúcar, a diferencia de la grasa u otros alimentos, interfiere con el apetito del cuerpo creando un insaciable deseo de seguir comiendo, un efecto que utiliza a su favor la industria de alimentos para aumentar el consumo de sus productos.

Además, el azúcar estimula una gran liberación de dopamina en el cerebro, es por esta razón que las personas susceptibles a la adicción pueden llegar a ser fuertemente adictos al azúcar y otros alimentos chatarras.

Los efectos perjudiciales del azúcar sólo aplican para el tipo de azucares procesados, por lo tanto reiteramos que no se relaciona con el consumo moderado de frutas, que son alimentos con alto contenido de fibra, agua y otros nutrientes.

Sin embargo, advertimos también que el jugo de frutas es una excepción al planteamiento anterior, y debe ser evitado en su dieta regular, ya que contiene tanta azúcar como una bebida endulzada con azúcar. Asimismo debe tener presente que azúcares como el agave y la caña de azúcar orgánica son tan dañinos como el azúcar regular.