A la hora de lograr un peso saludable, es, por varias razones que veremos, más práctico y mejor que nos concentremos en equilibrar nuestra ingesta de alimentos y establecer una correcta relación con un programa de ejercicios, ya que es la suma de pequeños pasos los que lo hacen realmente eficaz.

Está demostrado que pequeños cambios en nuestra alimentación y nuestro nivel de actividad tienen más impacto y de una forma más duradera, que modificaciones drásticas de nuestros hábitos.

Lo que es lógico si pensamos que lo drástico rara vez es posible prolongarlo en el tiempo: es casi imposible mantener mucho tiempo un programa de ejercicios intensivo o una dieta súper restrictiva, aunque en un primer momento puedan dar ciertos resultados.

Pero como vamos a ver, sólo reduciendo unas 100 calorías diarias a nuestra dieta, vamos a lograr cambios consistentes.

Eliminemos toda la grasa de las carnes que consumimos, del cerdo, de la res o el venado, o del pollo, incluso, y quitemos toda la piel de la carne proveniente de las aves.

Cuando beba su bebida favorita, no la añada leche entera o azúcar: elimínelas o cámbielas por leche desnatada y algún edulcorante natural sin calorías como la stevia.

Coma verduras crudas o todo lo más con alguna salsa ligera, en vez de las papas fritas en grandes cantidades de aceite

Si es un consumidor habitual de helados, cámbielos por aquéllos bajos en calorías

Otras ideas que podemos incluir en los cambios que podremos ir implementando en nuestra dieta y que harán que vayamos perdiendo peso, si bien de forma lenta, sí sostenida y continua, son:

1. Deje siempre algo de comida en su plato: algo que puede resultarle difícil si lo educaron en dejar siempre el plato limpio, pero si se acostumbra a dejar siempre algo en el plato, puede ir concentrándose en sentir sus señales internas de satisfacción y logrará dejar de comer alimentos porque, simplemente, están ahí.

2. Reduzca el tamaño de sus platos: si cambia el tamaño de sus platos y tazones la cantidad de alimentos será menor. Y es que tenemos la tendencia inconsciente de llenar siempre nuestros platos. 

Y conseguiremos no pensar que estamos comiendo menos si lo hacemos habitualmente: el nuevo tamaño satisfará nuestra “hambre” si es que el plato está lleno, pero la cantidad, obviamente será menor, y con el tiempo, no nos daremos cuenta de que estamos comiendo, realmente, menos.

3. No comer fuera de lo que contiene la bolsa: si la comida no está contenida en alguna caja, plato, bandeja o bolsa, tendemos a comer mucho más, con lo cual, procuremos comer siempre sólo lo que esté contenido en algunos de los mencionados. 

Otra opción, es verter la porción que vayamos a comer en un recipiente más pequeño.

4. Deténgase a saborear: si comemos más despacio, no sólo apreciaremos mejor el sabor de nuestras comidas, sino que daremos tiempo suficiente a nuestro cerebro de recibir las señales de saciedad, con una cantidad neta de comida menor. 

Cuando comemos en menos de 20 ó 30 minutos, la cantidad de lo que comemos es muy superior, comemos en exceso y lógicamente nos sentiremos, después, pesados e incómodos.

5. Replantéese sus bebidas: si estamos habituados a beber refrescos, jugos, bebidas energéticas o alcohol, sepamos que todas contienen un alto índice de azúcar y calorías, igual o superior a los alimentos sólidos más pesados. Siempre que pueda, sustitúyalas por abundante agua.

6. Escoja un vaso apropiado: como en la cuestión del tamaño de los platos, aquí también nuestros ojos beben más que nuestro estómago, y pagamos las consecuencias: usemos vasos más pequeños si es que bebemos algo que no sea agua.

Con estos sencillos trucos, sin sentirlo, irá perdiendo de una forma sostenida mucho del peso que le sobra.