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El ejercicio y las enfermedades del corazón

Entre los desencadenantes más severos de enfermedades cardiacas se encuentra el sedentario; se ha demostrado que  es una causa de gran relevancia en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares.

Sin embargo, si bien este es un factor de riesgo severo, es mucho más controlable y reversible que todos los demás implicados, ya que salvo imposibilidad física, la mayoría podemos hacer ejercicios en mayor o menor medida, y siempre podremos encontrar alguna variante que se adapte a nuestras condiciones, como vamos a tratar de explicar.

Además, como veremos a continuación, el ejercicio, en concreto el aeróbico, reporta una multitud de beneficios.

Así pues, vamos a ver qué tipos de ejercicios hay, cómo realizarlos, cuándo, con qué frecuencia y cuáles son los mejores o más indicados según nuestras condiciones.


Realmente no hay uno mejor que otro, pues todos son buenos y se complementan: idealmente habríamos de conjugarlos. 

Podemos dividir los ejercicios en tres tipos básicos:

1. Estiramiento o elongación lenta de los músculos: puede ser tanto como forma de preparación para otros ejercicios, como de estiramiento realizado como único objetivo. 

En este último caso, aumenta el rango de movilidad y flexibilidad, con lo que nuestro cuerpo se moverá con mayor eficacia. 

Si lo usamos como preparación para otro ejercicio, es fundamental para preparar los músculos para la próxima actividad y y es básico para evitar sobretensiones musculares y lesiones.

2. Ejercicios anaeróbicos de fortalecimiento: con contracciones repetidas de grupos musculares concretos, hasta el agotamiento del músculo, logramos fortalecer dichos músculos, y también requieren un gran compromiso cardiovascular. 

Por ello, no son recomendables como comienzo para personas sedentarias. 

Sin embargo, a medida que se va logrando mayor rendimiento cardiovascular con otros ejercicios, son un magnífico complemento.

3. Ejercicios aerobios o cardiovasculares: con ellos, implicamos una gran cantidad de músculos realizando una actividad constante, que acelera nuestro ritmo cardiaco. 

Es el más indicado para comenzar, ya que va fortaleciendo el corazón y nuestro sistema respiratorio, mejorando simultáneamente la capacidad de nuestro cuerpo para usar el oxígeno. 

Tal vez sea el que más beneficios aporta a nuestro corazón, y cuando se realiza de forma habitual, puede reducir la hipertensión arterial.

  • Fortalece el sistema cardiovascular, y consiguientemente el corazón
  • Aumenta los niveles de energía, con lo que podremos realizar más actividades con menor esfuerzo, y sin sufrir tanta falta de aliento.
  • Aumenta nuestra resistencia
  • Mejora la circulación, con lo que nuestro cuerpo puede utilizar mucho mejor el oxígeno
  • Ello hace que los síntomas de insuficiencia cardíaca, si existen, se vean reducidos, mejorando el estado general de los pacientes
  • Mejora la fuerza y el tono muscular
  • Reduce la presión arterial
  • Fortalece los huesos
  • Aumenta la flexibilidad de las articulaciones, mejorando al mismo tiempo el equilibrio
  • Reduce la tensión, el estrés, la depresión y la ansiedad
  • Mejora la autoestima y la imagen que tenemos de nosotros
  • Ayuda a quemar mucha grasa acumulada, estimulando el que alcancemos un peso más acorde con nuestra tipología
  • Hace que nos sintamos más relajados y descansados, con lo que secundariamente:
  • Mejora la calidad de nuestro sueño
  • Nuestro aspecto será mucho más saludable y nos sentiremos mucho mejor.

Según el estado físico en el que nos encontremos, podemos realizar diferentes tipos que, ordenados aproximadamente en función de la intensidad y la exigencia del esfuerzo, podrían ser:

Caminar, andar en bicicleta y otros aeróbicos de bajo impacto, y un poco más intensos: correr, saltar con comba, patinaje, remo y esquí de fondo.

También hay una modalidad de aeróbic acuático con distintos niveles de dificultad según las condiciones físicas, y muy indicados para personas con problemas articulares y de movilidad reducida.

Realmente, cualquier cantidad de ejercicio que usted haga le vendrá bien, y será beneficioso para su salud.

Pero si ha de comenzar casi desde cero pues su vida es muy sedentaria, lo ideal es que vaya aumentando gradualmente hasta conseguir sesiones de 30 minutos de ejercicios aeróbicos, realizándolos al menos tres o cuatro veces en semana.

De cualquier forma, la Asociación Americana del Corazón, aconseja intentar realizarlos todos los días o la mayoría de los días de la semana.

Lo primordial a la hora de comenzar a hacer ejercicio, si es que nunca lo ha hecho antes es hacerse un reconocimiento médico que determine su condición física y hacer ejercicios en correspondencia con el mismo. 

Ello le ayudará a responder a las cuestiones de cuánto ejercicio diario puede hacer, qué tipo es el más indicado, con qué frecuencia puede hacerlo, y sobre todo, cuáles debe evitar para no dañarse.

También es importante para conocer cómo afecta el ejercicio a las dosis de medicamentos que ha de tomar, si es el caso.

Y con estos datos, comience, paulatinamente, pero de forma constante y progresiva, a hacer ejercicio: su salud en general se verá enormemente fortalecida y ello tiene muchas y magníficas consecuencias para todas las áreas de su vida física y psíquica.

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