Con tanta
publicidad que se les hace a ciertos alimentos, la cual no está
basada en pruebas reales la mayor parte de las veces, no es de
extrañar que en ocasiones ya no sepamos qué creer sobre ellos. Te
presentamos a continuación 11 de ellos que de hecho podrían traer
serias consecuencias para tu salud y estado físico:

Te
preguntarás por qué decimos esto, si prácticamente todo el mundo
sabe que el trigo entero es mejor que el refinado. Sin embargo, esta
creencia popular está basada en una lógica incorrecta y de hecho
¡es
como si dijéramos que es más saludable recomendar fumar cigarrillos
con filtro porque hacen “menos daño” que los que no lo tienen! A
continuación mencionamos algunos motivos para evitar ambas
variedades:
- El trigo
es la principal fuente de gluten (un tipo de proteína presente en
muchos cereales) en la alimentación, y un gran número de personas
pueden ser sensibles a él. En estos casos, el sistema digestivo
ataca las proteínas del gluten dentro del tracto digestivo, pudiendo
causar daños en la mucosa de dicho tracto, así como hinchazón,
cansancio, dolor, falta de consistencia en las heces y otros síntomas
poco agradables.
- ¡Un
estudio señala que el trigo entero incrementa los niveles de
colesterol denso o “malo” (LDL) en nada menos que un 60%!
- De
acuerdo con otro estudio, la fibra que se encuentra en el trigo
puede provocar deficiencia de vitamina D, ocasionando que las
reservas de ella se agoten mucho más rápido.

Debido a padecimientos como las alergias
(siendo la más conocida de ellas la llamada “enfermedad celíaca), muchas
personas han comenzado a evitar el gluten, una proteína que se encuentra en
cereales como el trigo, la cebada, el centeno y la espelta, entre otros. Sin ir
más lejos, por ejemplo, se calcula que aproximadamente una tercera parte de la
población en los Estados Unidos en la actualidad desea recortar sus niveles de
gluten en la alimentación o bien no consumirlo por completo.
Los productores de
alimentos no han tardado en darse cuenta de esta tendencia y por lo tanto han
comenzado a ofrecer todo tipo de alimentos “sanos” sin gluten. Hemos puesto
“sanos” entre comillas precisamente por eso, porque el problema con estos
alimentos no son en absoluto saludables: son elaborados con otros tipos de
almidones como los procedentes de la papa (patata) y tapioca, entre otros.
Estos almidones han sido altamente refinados y se encuentran desprovistos de
nutrientes, causando además que se disparen los niveles de azúcar, ¡por lo que
realmente no existe mucha diferencia entre ellos y sus equivalentes elaborados
con trigo!
Además de esto, estos productos por lo general están llenos de
azúcar y otras sustancias químicas artificiales o incluso perjudiciales. Desde
luego, esto no es aplicable para los alimentos que, de manera natural, no
contienen gluten como en el caso de las carnes o las verduras.
Desconfía de las
leyendas “sin gluten” o “libre de gluten” en los paquetes o envolturas de los
productos que las tengan, ya que lo más probable es que no sean buenos para ti.

Es posible que, al ir de compras, en la sección
de alimentos dietéticos o saludables, ya te hayas dado cuenta de que existen
algunos productos endulzados con esta sustancia, la cual se considera como una
alternativa “saludable”, debido a su origen natural y a que no eleva los
niveles de glucosa en la sangre de manera tan alta como ocurre con la sacarosa
(azúcar de caña o “regular”).
Sin embargo, el verdadero peligro de la miel de
agave está en que se encuentra llena de fructosa en cantidades no muy naturales
que digamos (¡Sin ir más lejos, el azúcar común contiene un 50% de fructosa,
mientras que el contenido de esta última en la miel de agave puede llegar hasta
el 90%!, causando los mismos problemas que el azúcar común y otros endulzantes
con alto contenido en fructosa como el JMAF o jarabe/miel de maíz). Ingerir
demasiada fructosa puede ocasionar varios tipos de problemas, en particular en
aquellas personas que no realizan suficiente ejercicio.
¿Cómo afecta el exceso de fructosa?
Verás, el hígado es el encargado de metabolizar esta sustancia. Si el hígado se
encuentra lleno de glucógeno (reservas de energía), lo que sucederá es que la
fructosa se convertirá en grasa. Esto, a su vez, puede provocar la condición de
hígado graso de origen no alcohólico y varios otras cuestiones de tipo
metabólico como, por ejemplo, la resistencia a las hormonas leptina e insulina,
lo cual, a la larga, puede también dar como resultado obesidad e incluso
diabetes.

No importa qué tan atractivos los veamos en los
estantes o anaqueles, ¡estas bebidas prácticamente tienen de todo (incluyendo agua,
saborizantes y en ocasiones también colorantes artificiales y azúcar o aún
peor, jarabe de maíz de alta fructosa también conocido como HFCS o JMAF que
promueve la obesidad y puede terminar dañando el hígado a largo plazo, entre
otros padecimientos) y solamente muy poco contenido real de fruta!
Aunque no
por ello pienses que tomar jugo natural de frutas es un poco mejor, ya que si
bien tienen algunas vitaminas, tienen también todo el azúcar de la fruta
concentrado (que es mucho más fácil de consumir de esta manera ya que casi no
“se siente”), sin fibra y sin los beneficios que proporciona masticar la propia
fruta.
Por ejemplo, el jugo de naranja tiene casi la misma cantidad de azúcar
que los refrescos o gaseosas de cola. ¡Así que es mejor no incluir los jugos de fruta
en tu alimentación y optar por consumir frutas auténticas (incluso
preferentemente con la piel o cáscara cuando es comestible) en lugar de ellos!

Este tipo de bebidas han sido creadas teniendo
en mente a los atletas o deportistas que acaban de finalizar una sesión
realmente intensa de entrenamiento físico con enorme sudoración y agotamiento
de glucógeno. Debido a esto, es que entre los principales componentes de las
bebidas isotónicas o deportivas (como también son conocidas), encontramos:
- Agua:
Para reponer los fluidos o líquidos perdidos
- Azúcar:
Debido a que los atletas o deportistas requieren de energía tras un
entrenamiento intenso.
- Electrolitos:
Con el fin de reponer los elementos (como por ejemplo, el sodio) que se han
perdido al sudar
Con respecto al azúcar, ya sabemos que ingerimos
en ocasiones más de la cuenta mediante la alimentación (e incluso una botella
de la famosa bebida Gatorade contiene más de 30 gramos) por lo que ni ella ni
los electrolitos adicionales son necesarios a menos que se haya llevado a cabo
un entrenamiento realmente intenso. Es mejor recurrir al agua natural, de la
cual puedes beber con toda libertad, en particular antes y después de los
entrenamientos.

Al igual que en el caso de las bebidas
rehidratantes mencionadas en el punto anterior, la mayoría de personas tampoco
tienen necesidad de estas barritas, a menos que seas un deportista de alto
rendimiento que requiera mantener su consumo de proteínas en niveles altos y
comer cada 2 o 3 horas.
Como ya te podrás imaginar, la mayoría de las personas
promedio no necesitamos ingerir alimentos con tanta frecuencia y de hecho los
nutrientes que se encuentran en estas barras pueden encontrarse en alimentos
comunes y corrientes.
Tanto las barras energéticas como las de proteína son
productos altamente procesados, aun cuando en algunos casos pueden tener un
mayor contenido proteínico que las barras de chocolate. Entre los ingredientes
poco saludables que figuran en su composición se encuentran: harina blanca,
saborizantes artificiales, azúcar, etc.
Por supuesto, existen algunas
excepciones más saludables, ¡simplemente es cuestión de leer muy bien las
etiquetas para evitar consumir basura! Estos tipos de barras más sanas sin duda
pueden ser mucho mejores que consumir comida rápida y un refresco de cola en
caso de que te encuentres con hambre y lejos de casa, pero aún así es mejor
invertir tu dinero en comprar comida auténtica.

El miedo a las grasas saturadas (las que son
sólidas a temperatura ambiente), muchas veces acusadas injustamente, ha
provocado, a nivel mundial, un aumento en el consumo de alternativas no
precisamente muy apropiadas que digamos.
Como ejemplos, tenemos los aceites
industrializados provenientes de plantas como la semilla de algodón, el maíz o
la soya/soja.
El proceso de extracción de estos aceites es llevado a cabo a
través de métodos muy duros con las semillas, entre ellos el blanqueamiento, el
sometimiento a altas temperaturas y la adición de hexano (un solvente tóxico),
conteniendo ácidos grasos Omega-6 en niveles mucho más altos de lo que los
seres humanos han consumido a lo largo de la historia. Si bien estos ácidos se
requieren en cantidades pequeñas, ya se encuentran en alimentos que comemos con
regularidad como los frutos secos y la carne.
Sin embargo, al ingerirse en niveles elevados (como ocurre en la mayoría
de nuestros países) provocan inflamación, una de las principales causas de
muchos padecimientos crónicos. También se incorporan en nuestras reservas de
grasa corporal y membranas celulares, donde están altamente expuestas a la
oxidación, terminando por dañarse.
Por si esto no fuera suficiente, los aceites
vegetales industrializados que se encuentran comúnmente en los supermercados
contienen entre un 0.56 y un 4.2 por ciento de sus ácidos grasos en forma de
grasas trans, las cuales son altamente tóxicas. Considera utilizar aceites
prensados en frío o lo menos procesados posible, como el de oliva, ¡que de
hecho tienen efectos benéficos sobre la salud!

Como se mencionaba anteriormente en el punto
sobre los aceites, se ha demostrado, después de años e incluso décadas de ser
atacadas constantemente, que las grasas saturadas no son perjudiciales para la
salud. Cuando recién se comenzaron a emitir anuncios contra la grasa, los
productores de alimentos empezaron a su vez a crear las versiones “saludables”
(es decir, sin grasa o bajas en grasa) de sus artículos.
Lo que sucede al
eliminar la grasa es que el sabor también resulta afectado, ¡siendo a veces
incluso algo desagradable! Para “disfrazar” esto (como en el caso del yogur),
los fabricantes han tenido que recurrir a llenar sus productos de saborizantes
artificiales (químicos) así como grandes cantidades de azúcar y edulcorantes
(endulzantes) artificiales.
Debido a esto, lo mejor es mantenerse alejado de
ellos y adquirir sus versiones o variedades regulares.

La gran cantidad de alternativas
"saludables" a la mantequilla no es más que una consecuencia más de
la “paranoia” contra las grasas. El ejemplo más clásico de esto es la
margarina, que solía estar llena de grasas trans en sus inicios, pero que ahora
tiende a estar elaborada a partir de aceites vegetales procesados.
Lógicamente,
esto ha ocasionado que los niveles de consumo de mantequilla se reduzcan,
mientras que los de margarina hayan aumentado. Esto podría parecer algo bueno,
pero de hecho es todo lo contrario: ¡la mantequilla es saludable, pero la
margarina no! Esta última es un alimento altamente procesado con ingredientes
nocivos que pueden causar enfermedades. De hecho, en un estudio a gran escala,
se demostró que sustituir la mantequilla por margarina ocasionó un aumento
drástico del riesgo de muerte por ataques al corazón.
La verdadera solución a esto consiste en
regresar a los orígenes consumiendo mantequilla (preferentemente la obtenida a
partir de ganado alimentado con pasto), ya que es una excelente fuente tanto
del ácido graso llamado “butirato”, así como de la vitamina K2, los cuales
pueden tener poderosos efectos positivos sobre la salud.

La publicidad también nos “vende” la idea de
que estos productos son “buenos” para nosotros ya que contienen prácticamente todas
las vitaminas y minerales que necesitamos (los cuales de hecho son agregados a
ellos de forma sintética).
Los fabricantes agregan pequeñas cantidades de
granos enteros a estas mezclas para terminar de completar el “engaño”, pero en
realidad no son más que carbohidratos y azúcar refinados en su mayor parte. No
importa si los empaques o cajas contienen las leyendas “sin grasa”, “bajo en
grasa”, “hecho con granos enteros”, etc., la lista de ingredientes por lo
general siempre tiene al azúcar entre los primeros de ellos.
Iniciar tu día
consumiendo uno de estos cereales con alto contenido en azúcar te predispondrá
a un bajón de azúcar más tarde durante el día, a lo que seguirá hambre y
antojos por más alimentos con alto contenido en carbohidratos.

Muchas personas han cambiado de opinión con
respecto a la grasa (dejándola de considerar como el origen de todos los
males), pero a cambio han comenzado a disminuir su consumo de carbohidratos.
Los productores de alimentos también se han percatado de esto y han sacado al
mercado todo tipo de alimentos “basura” bajos en carbohidratos. Sin embargo,
tampoco hay que dejarse engañar aquí, ya que un alimento puede seguir siendo
poco saludable, incluso si algo es bajo en carbohidratos y puede ayudar a
perder peso.
Un buen ejemplo de esto son las barras nutricionales “Atkins”
bajas en carbohidratos: ¡basta con echar un vistazo a su lista de ingredientes
(altamente procesados en su mayor parte) para darnos cuenta de que se trata de
productos que son comida real!
En caso de que decidas hacer un régimen bajo en
carbohidratos, lo mejor será que busques alimentos auténticos y no procesados.