Adelgazar no es un acto que debamos
realizar puntualmente, abandonándonos a nuestra anterior forma de
vida después de haber conseguido rebajar esos molestos kilos de más.
Corremos el riesgo de estar auto engañándonos y la tendencia a
echarle la culpa a otros y a las dietas rápidas pueden hacer que
perpetuemos un comportamiento que en última instancia es el
responsable de nuestro estado físico.
Todas las dietas bien
realizadas dan resultados (a no ser que padezcamos algún problema
metabólico), pero si después de haber logrado perder peso,
regresamos a nuestros anteriores hábitos, indudablemente
engordaremos de nuevo, pues fueron esos hábitos los que hicieron que
nos pusiéramos tan obesos y fofos, y lo más cómodo será siempre
echarle la culpa a la dieta, que inmediatamente cambiamos por otra
novedosa que nos diga cómo adelgazar con un esfuerzo cada vez menor.
Pero si queremos mantener nuestro peso
de una forma prolongada, si queremos que nuestra complexión se
establezca definitivamente en una más delgada y estilizada, debemos
introducir y afianzar en nuestro comportamiento una serie de hábitos
que deben pasar a formar parte de nuestra vida.
De todos los principios dietéticos
promotores de nuestro adelgazamiento y la perduración del mismo, la
eliminación de la grasa de nuestra dieta es tal vez, el más
importante. Aunque hemos de aclarar que nos referimos expresamente a
las grasas saturadas presentes en alimentos como las galletas, los
pastelitos, las patatas fritas, las hamburguesas y en general en
todas las comidas rápidas que podamos comprar por la calle. Si
limitamos su consumo como mucho a una vez por semana, estableceremos
una sólida pauta de adelgazamiento a largo plazo.
Si somos capaces de escuchar nuestro
cuerpo, vemos que éste nos demanda, mediante señales que nosotros
conocemos como de hambre, o, a la inversa, de saciedad, cuándo éste
necesita alimentarse y cuándo ya no lo necesita.
Obedeciendo a estas
pautas de nuestro cuerpo, y limitándonos exclusivamente a comer en
los intervalos en que nuestro cuerpo realmente nos lo demanda (lo que
suele suceder entre tres o cuatro veces diarias), y no comiendo nada
entre dichos momentos, iremos haciendo más organizada nuestra
alimentación, al mismo tiempo que promoveremos la quema de grasa ya
que el cuerpo no está siempre teniendo algo que digerir, y cuando
necesite energía hará uso de sus reservas. Una sencilla manera de
adelgazar sin mucho esfuerzo, y si lo convertimos en nuestro hábito,
a largo plazo seguiremos perdiendo lo que nos sobre.
Si bien las prisas de la vida moderna a
veces no nos da para pararnos a desayunar bien, tampoco debe ser un obstáculo organizar nuestro tiempo de manera que le concedamos a esta
importantísima comida del día el lugar que se merece.
El
desayuno, sea del tipo de comida que sea, es casi la principal comida
que realizaremos a lo largo del día, ya que promueve nuestro
metabolismo, incrementándolo durante
el resto del día. Algo que, como comprobaremos, tiene un
efecto a largo plazo ciertamente beneficioso sobre nuestro peso:
descubriremos cómo adelgazar al mismo tiempo que disfrutamos.
Aunque cuando veamos la verdura ésta
nos despierte el rechazo más visceral, aunque seamos carnívoros
como leones y seamos de los que piensan que el verde es para los
ciervos, lo cierto es que todas aquéllas verduras de colores
llamativos (pimiento, zanahoria, tomates y demás), están vinculados
con una reducción del riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer,
y por si fuera poco, influyen de una manera determinante a la hora de
perder peso de una forma continua, y a largo plazo, con lo que si ése
es nuestro objetivo realmente, no debemos de poner objeciones a este
principio nutricional.
Hemos de planificar las posibilidades
de nuestro apetito y nuestras necesidades: si llevamos a nuestro
trabajo o actividad una pequeña merienda, evitaremos visitar las
máquinas expendedoras de comida “basura”, cuya composición
suele ser altamente perjudicial y agresiva para nuestro peso.
Y para finalizar,
una de las formas más eficaces para motivarnos a buscar los medios
de cómo adelgazar, se encuentra en la balanza: cuando vemos que
nuestro peso ha subido algo con respecto a la última vez que nos
subimos, ello es más que suficiente como para reforzar nuestra
disciplina, si es que en algún momento nos hemos relajado.
Recuerden: la balanza no engaña, casi siempre somos nosotros los que
nos auto engañamos sin darnos cuenta.