Hay personas que una vez que se someten
a una disciplina de adelgazamiento, logran resultados consistentes y
no vuelven a engordar, sin que para ello realicen aparentemente, un
esfuerzo disciplinario más férreo que otras que apenas logran
cómo adelgazar algunos gramos.
Hace poco ha culminado el estudio
iniciado por Jeanne McCaffery, psiquiatra del Brown medical School de
Providence, Rhode England, y con el cual se pretendía comprender el
mecanismo por el que algunas personas lograban reducir su peso de una
forma mantenida, y qué mecanismos cerebrales empleaban para ello.
Se
partía de la premisa de que las personas toman decisiones
inamovibles acerca de si van a comer o no, lo que se lleva a cabo
cuando se huele o cuando se ve el alimento en cuestión, y observar
cuales son los mecanismos cerebrales que intervienen en esas
decisiones. Así que para determinar dichos mecanismos, se realizó
el siguiente experimento.
Se reclutaron a varias muestras
representativas de personas repartidas en tres grupos claramente
diferenciados: el primer grupo constaba de personas con un peso
normal, el segundo de personas que entraban en la categoría de
obesas y el último grupo formado por personas que habían adelgazado
al menos trece kilos y medio desde su peso original y se habían
mantenido de la misma forma durante al menos los últimos tres años.
Los participantes se sometieron a
escáneres cerebrales mientras observaban fotografías de alimentos
ricos y bajos en calorías. Los escáneres MRI revelaron que los que
habían
adelgazado con éxito mostraban más actividad en las partes
del cerebro asociadas con la inhibición y la realización de tareas
complejas, señaló McCaffery.
Los participantes con peso
normal no mostraron este patrón. El motivo puede ser que "siempre
han tenido un peso normal a lo largo de su vida, y los que habían
adelgazado con éxito tenían que esforzarse más para evitar comer
alimentos o controlar su respuesta ante la comida".
Los
resultados indican que los que pierden kilos -y no los recuperan-
usan regiones cerebrales relacionadas con el control de los impulsos.
Puede ser que en realidad “recluten” nuevas regiones cerebrales
para ayudarles a cómo adelgazar.
Aunque todavía quedan muchas preguntas
por resolver, como por ejemplo:
Si la respuesta cerebral de las
personas que comenzaron a adelgazar tuvieron lugar antes o después,
si existe alguna diferencia intrínseca en los cerebros de las
personas no obesas con respecto a las obesas, o la diferencia
simplemente radica en una alimentación inapropiada (que determine
que su cerebro funcione de una forma distinta al de las personas no
obesas), entre otras cuestiones y dudas que aún hay que aclarar.
Asimismo, Ian Mcdonald (profesor de
fisiología metabólica que intervino en el estudio y cuyo comentario
final da la guía para los caminos que debe seguir la investigación),
señaló que es necesario determinar qué diferencias en la actividad
cerebral influyen en las decisiones que llevan a cabo las personas,
antes, durante y después de haber adelgazado.
No obstante, de momento los
investigadores no entienden muy bien cómo funciona el cerebro en las
personas que han adelgazado, lo que sí es evidente es que existen
mecanismos cerebrales que determinan que algunas personas logren
mantener el nivel físico que han logrado después de adelgazar, y en
esa línea se sigue investigando.
Lo que de cualquier forma, no quita
para que nos justifiquemos ahora usando el argumento de nuestra
debilidad mental o cerebral. Es simplemente que algunas personas
tienen una mayor “fluidez cerebral” para afianzar determinadas
rutinas neuronales, pero ello no significa que nosotros, aunque nos
cueste más trabajo, no podamos establecer dichas rutinas. El cerebro
siempre puede aprender y establecer nuevas conexiones, todo depende
de nuestra voluntad y constancia.
¡Ánimo y a auto-disciplinarse!