El cuerpo es una
máquina perfecta que realiza con eficacia una gran multitud de
funciones, entre las que se encuentran la absorción de alimentos
para el mantenimiento de su estructura y funcionamiento. Para ello
usa de una batería de hormonas, enzimas y órganos encargados del
proceso de incorporación, procesado y absorción de los principios
químicos, minerales, vitamínicos y demás que harán posible que la
máquina orgánica de nuestro cuerpo se desempeñe con la energía
necesaria en los procesos de orden superior, no sólo el movimiento.
Una de las
sustancias, hormonas, o principios encargados de hacer que nuestro
cuerpo asimile uno de los tipos de elementos vitales para nuestra
subsistencia, es la insulina, cuya principal función consiste en
hacer que los glúcidos o carbohidratos, como popularmente se los
conoce, ingresen en las células de nuestro organismo para
proporcionarles la energía necesaria para su metabolismo (o
funcionamiento).
Los carbohidratos se
encuentran en alimentos de origen vegetal como el pan , arroz,
cereales para el desayuno , pasta, frutas y azúcares. Cuando se
consumen alimentos ricos en carbohidratos , la insulina es secretada
por el páncreas para llevar la glucosa de los alimentos, a los
músculos, para obtener energía.
Por una serie de
razones, la insulina puede no funcionar tan bien como debería. El
aumento de peso , donde la grasa obstruye las células , es una de
las razones , así como la falta de actividad física. Los genes
también pueden predisponer a una persona a la resistencia a la
insulina y la diabetes tipo 2.
Durante muchos años, los científicos y nutricionistas han predicado que la pérdida de
peso se reduce a una simple ecuación: las Kcals que entran deben ser
menores que las Kcals que salen. Aunque este principio es cierto
hasta cierto punto, hay una serie de cambios hormonales cada vez más
comunes que pueden alterar esta relación.
La resistencia a la
insulina es la condición clínica que precede a la diabetes tipo 2,
siendo ése su diagnóstico clínico. Las personas con resistencia a
la insulina tendrán dificultades para bajar de peso a través de las
recetas tradicionales, simplemente porque su cuerpo no quema el
combustible de la manera que debe ser.
Como la insulina es
también una hormona que almacena grasa , cuanta más circule en el
cuerpo, más difícil se vuelve el quemar la grasa corporal ya
acumulada. Los altos niveles de insulina también puede hacernos
sentir cansados, hinchados y anhelantes de azúcar. Las personas con
resistencia a la insulina también tienden a tener mayores depósitos
de grasa abdominal, llevando gran parte de su peso alrededor de su
vientre. Sin embargo, una vez diagnosticado, se puede prevenir la
diabetes tipo 2 controlando la resistencia a la insulina. Mientras que
algunos casos justifican la medicación, la prescripción de dieta y
ejercicio no cambia.
La naturaleza
altamente procesada de los carbohidratos presentes en nuestros
alimentos diarios, incluyendo panes, cereales para el desayuno y
bocadillos, requieren cantidades mucho más altas de insulina que los
menos procesados, los carbohidratos de bajo IG; también se cree que
es un factor significativo que contribuye al aumento de la incidencia
de resistencia a la insulina . La resistencia a la insulina es una
entidad clínica que se va procesando con el tiempo, ya que al
intentar compensar el cuerpo, con un incremento cada vez mayor de
insulina, el procesamiento de las cantidades elevadas de glucosa que
ingerimos, esto puede llegar a determinar finalmente dicha
enfermedad.
Los signos que nos
pueden dar una pista de que usted puede tener un grado de resistencia
a la insulina
incluyen la sensación de fatiga inusual, la
incapacidad para perder peso, el hinchazón, la grasa abdominal
llamativa y el
continuo antojo de azúcar.
Los beneficios de la identificación
temprana de la resistencia a la insulina, y de comprometerse a una
dieta de seis a 12 meses, junto a la adición de un programa de
ejercicios, en última instancia, son los de ayudar a evitar que contraigamos
una diabetes.
Las personas con
resistencia a la insulina tienen un menor contenido de carbohidratos, por ello en su dieta han de aumentar las proteínas mediante un
programa desarrollado por un dietista especialista, así como un
programa de formación que integre sesiones de cardio de alta
intensidad con un entrenamiento de resistencia.
Además, las
personas con resistencia a la insulina tienen que volverse
especialmente cuidadosos con su elección de los hidratos de carbono:
aquellos con alto GI, así como las fuentes refinadas de
carbohidratos, incluyendo zumos artificiales o envasados, pan blanco
y los cereales refinados, tienen que ser completamente eliminados de
la dieta.
Siguiendo todas
estas pautas, es muy posible controlar esta situación premórbida
evitando así que desencadene una diabetes tipo 2 cuyo control ya es
más complicado.