El pescado es, junto con la carne, uno de los alimentos imprescindibles de nuestra dieta. Sin embargo, en ocasiones no sabemos cómo distinguir su calidad ni saber si su nivel de conservación es el óptimo.
Antes de ser consumido, y muy especialmente antes de ser comprado en la pescadería, existen una serie de trucos prácticos que podemos darte para saber si está fresco o no. ¡Apúntatelos!
- 1.- Es importante no observar ni desgarros ni lesiones de ningún tipo en la piel del pescado, ya que eso contribuye a la entrada de bacterias en su carne.
- 2.- Su piel debe ser brillante, de colores vivos y debe parecer húmeda pero no en exceso, ya que eso significaría que se ha conservado mal desde su pesca hasta la llegada al establecimiento.
- 3.- En cuanto a su olor, debe parecerse al del agua del mar. Si se trata de un olor mucho más fuerte y hasta estridente, no se encuentra en las mejores condiciones de consumo.
- 4.- Si un pescado (tanto por fuera como su carne) es fácilmente moldeable, debemos huir de él. Al contrario, lo mejor es que sea elástico, sí, pero resistente y firme a la vez.
- 5.- Uno de los trucos más fáciles es fijarse en sus ojos. Para que un pescado esté fresco, sus ojos han de ser globulosos (no estar hundidos) y deben ser brillantes. Ese es el mejor indicador.
- 6.- Finalmente podemos fijarnos en las branquias, que deben presentar un color rojo y vivo para indicarnos que se trata de un pescado fresco.