El bypass gástrico es un procedimiento quirúrgico mediante el cual el cirujano realiza una reducción del tamaño del estómago y una conexión-derivación del mismo con el intestino delgado, eludiendo el duodeno.

Este procedimiento quirúrgico sólo se suele realizar cuando el paciente presenta una obesidad mórbida o de tercer grado y las terapias alternativas (dieta, ejercicio, medicamentos, etc) no parecen funcionar, señalando un problema metabólico. 

Pero cada vez más se suele realizar por causas no fisiológicas, y es necesario que conozcamos cuales son las limitaciones nutricionales que dicha intervención ocasiona, pues al eludir una parte fundamental del circuito digestivo, hay procesos de la digestión y asimilación de los alimentos que se ven impedidos u obstaculizados seriamente.

Y es que no sólo limita la cantidad de alimentos que podemos ingerir, sino que inhibe la absorción de nutrientes y ello conlleva a veces un desequilibrio hormonal. 

Así que es fundamental que seamos conscientes de dichas consecuencias a la hora de afrontar esta operación y en todo caso, estar completamente informados con nuestro médico y nutricionista para conocer las variaciones que habremos de introducir en nuestra alimentación para cubrir todas nuestras necesidades.

Entre las consecuencias nutricionales que padecen las personas sometidas a bypass gástrico se encuentran déficit de vitaminas, debido a que muchas de estas se absorben en las partes del estomago e intestino removidas.

Habrá de recurrirse a suplementos multivitamínicos y de otro tipo para cubrir las necesidades de vitaminas, B-12, pero también de calcio, hierro y algunos más que nuestro medico nos informara puntualmente, y que deberemos de tomar de por vida. 

Él mismo nos indicará las modificaciones que habremos de adoptar en el régimen alimenticio que mejor se adapten a las nuevas circunstancias fisiológicas y anatómicas de nuestro cuerpo.

Inmediatamente después de la cirugía:

Al principio de esta operación es lógico que haya que dejar que nuestro aparato digestivo repose y se vaya adaptando a su nueva condición anatómica, por lo que el consumo de alimentos se reduce drásticamente y la cantidad de calorías que se ingieren se rebaja a no más de 400 diarias. 

Además, alimentación en el postoperatorio es a base de una dieta líquida: caldos de carne, pequeñas cantidades de jugos y gelatina, para ir adaptándonos al nuevo tamaño de nuestro estómago.

Al comienzo de la segunda semana iremos tomando alimentos bajos en grasas y ricos en proteínas que vendrán en forma de leche y batidos proteicos (el mínimo necesario en esta etapa está entre 60 y 80 gramos de proteínas diarias)

Es primordial mantener un estado de hidratación adecuada, así que es básico que llevemos en  todo momento algún recipiente de donde podamos beber agua continuamente a pequeños sorbos.

Esta situación se prolongará durante varias semanas, hasta que nuestro cuerpo se haya adaptado lo más completamente posible.

Esta segunda fase se inicia a partir de la tercera semana y se extiende hasta la sexta semana, durante las cuales habremos de modificar sustancialmente nuestros hábitos alimenticios.

La proteína sigue siendo fundamental a lo largo de esta fase, con los mismos requerimientos de la fase previa, y esto lo podemos lograr si incluimos en cada pequeña comida entre un cuarto y media taza de alimento rico en proteína.

Es de vital importancia que deje de comer cuando se sienta lleno (aunque sea después de un par de bocados), y procuremos tardar el mayor tiempo posible en comer, de esa forma haremos que nuestro cerebro reciba las señales de saciedad adecuadamente y dejaremos de comer más de lo necesario.

En ningún momento durante esta fase sobrepasaremos una ingesta calórica de entre 300 y 600 calorías diarias.

Los alimentos más indicados son por ejemplo, la carne en conserva, el pescado, los lácteos desnatados, huevos y en caso de incluir hidratos de carbono deben provenir de frutas y verduras cocidas y sólo debemos hacerlo si la cantidad de proteínas diarias ha sido cumplida. 

Nunca se acerque a los fritos y reduzca en lo posible las grasas (entre ellas, las mantequillas y margarinas).

Transcurrida la segunda fase, usted debe permanecer mínimo otras siete semanas incluyendo paulatinamente otros alimentos saludables y diversificar así su dieta.

La cantidad de calorías ahora puede ir aumentando, pero hasta los cuatro meses después de la operación no debe sobrepasar las 900 - 1000 calorías.

No debemos variar la rutina de tres comidas diarias, pero iremos introduciendo granos enteros, una variedad más amplia de proteínas y frutas y verduras, también más variadas.

Es importante que obtengamos mínimo 64 gramos de proteínas diarias y 2 litros de líquido al día.

El consumo de grasas siempre ha de quedar limitado al mínimo y cuando consumamos carne, elijamos porciones de carne magra, así como lácteos desnatados. 

Algunas instituciones médicas recomiendan incluir en la dieta diaria al menos tres porciones de almidón, una de fruta y dos de verduras cocidas.

Como vemos, la disciplina a seguir ha de ser rigurosa si es que queremos no solamente aprovechar esta ventaja anatómica quirúrgicamente creada, sino no hacer peligrar nuestra salud con comportamientos alimentarios que ahora nuestro cuerpo simplemente no resistiría. 

Es el precio que hay que pagar, pero a muchos les ha parecido muy tolerable y han conseguido muy buenos resultados de forma permanente.