La celiaquía es un desorden digestivo que consiste en una reacción al gluten, un tipo de proteína que se encuentra naturalmente en muchos granos pero además está incluida en los productos elaborados con harinas. 

El sistema inmunológico de las personas celíacas reacciona al gluten provocando daños en el intestino. Se calcula que 1 de cada 133 norteamericanos padecen la enfermedad.

Existen antecedentes por los cuales una persona puede ser más proclive a sufrir esta condición: un familiar cercano con la enfermedad; ingesta de gluten antes de los 3 meses de edad; estrés, embarazo o cirugías en personas con predisposición genética a la celiaquía; pacientes con diabetes tipo I, problemas en la glándula tiroides, síndrome de Down.

Es una enfermedad que puede aparecer a cualquier edad; en general, suele ser correctamente diagnosticada por medio de análisis de sangre mucho tiempo después de empezar a padecerla, normalmente, unos 4 años. Los médicos aún no saben explicarse bien por qué una persona desarrolla intolerancia al gluten después de años de haberlo asimilado correctamente. 

Los síntomas de la celiaquía pueden ser más leves o más severos; incluso algunos pacientes no presentan manifestaciones físicas de la dolencia, por más de que estén sufriendo impacto en el tracto digestivo. 

Muchas enfermedades derivan de la mala absorción de nutrientes como consecuencia de los continuos daños intestinales. Las alteraciones más comunes provocadas por esta dolencia son:

• Hinchazón abdominal
• Dolor de estómago
• Diarrea
• Vómitos
• Constipación
• Heces pálidas y con olor anormal
• Pérdida de peso
• Anemia
• Fatiga
• Osteoporosis
• Infertilidad o amenorrea
• Úlceras en la boca
• Temblores en las manos
• Dermatitis
• Depresión
• Irritabilidad
• Mala memoria
• Problemas de concentración
• Crecimiento retrasado en los niños

A veces una persona puede no sufrir celiaquía pero sí alergia al trigo. Si bien compromete el sistema inmunológico, la reacción del organismo es diferente; sus síntomas incluyen erupciones cutáneas, diarrea y dificultades respiratorias.

Otros pacientes tienen intolerancia a la lactosa como consecuencia de la celiaquía. El daño en el intestino hace que el organismo no pueda absorber correctamente este nutriente. La solución es seguir una dieta sin gluten para recuperar el tejido intestinal, y luego es posible volver a tolerar los lácteos.

Lamentablemente, la dieta occidental está repleta de harinas que pueden agravar la enfermedad celíaca. Quienes sufren esta anomalía deben evitar alimentos con gluten, elemento normalmente contenido en panes, galletitas, magdalenas, pasta, pizza, tortas, tartas, pollo con cubierta crocante, comida china, sopas y cervezas con centeno o cebada, carnes procesadas, papas fritas, dulces, cereales de desayuno, salsas, sopas y hasta ciertos medicamentos y lápices labiales.

No obstante, existen almidones sin gluten que pueden ser ingeridos normalmente por los celíacos sin consecuencias para su salud. Este grupo está formado por papas, arroz, maíz, soya, lino, alforfón, carne, pescado, garbanzos, frutas, vegetales. En muchos restaurantes y supermercados se ofrecen productos alimenticios de todo tipo sin gluten. Es importante leer las etiquetas de los alimentos elaborados para verificar que no contengan harinas y gluten.

Por otra parte, muchos pacientes toman suplementos dietarios para obtener un refuerzo de minerales y vitaminas como hierro, calcio, zinc, cobre, ácido fólico, vitamina B y D. Una pequeña proporción de la población celíaca no responde bien a la dieta libre de gluten y debe tomar esteroides para limitar la reacción del sistema inmunológico.