La jícama o Pachyrhizus erosus (su origen en la palabra náhuatl procedente de la lengua uto-azteca), yacón, nabo mexicano es un tubérculo comestible originario de México y Centroamérica. Fue introducida por los españoles en Filipinas, donde es conocida como singkamas, y desde allí se expandió a Indonesia y las islas del Pacífico hasta el sudeste de Asia y China.
Es una planta leguminosa que crece en una enredadera hasta los 4 o 5 metros de longitud en zonas tropicales o subtropicales. La jícama tiene un color amarillento por fuera mientras que en su interior es blanco cremoso, con una textura quebradiza que se asemeja a la de una patata cruda o una pera. Tiene un sabor dulce y almidonado y generalmente se consume cruda con sal, limón y chile o en ensalada. También se cocina en sopa, asada o frita, con un gran aporte nutritivo, ya que contiene muy pocas calorías, nada de grasa y mucha fibra.
En contraste con el tubérculo, el resto de la planta se considera tóxico; la semilla tiene un alto contenido del insecticida natural rotenona, y una vez molida puede ser usada para combatir plagas. El aceite de las semillas puede emplearse para el consumo humano una vez retirada la rotenona.
El tubérculo contiene de 86 a 90% de agua, vitamina C, calcio, fósforo, potasio, hierro y trazas de proteína y lípidos. Su sabor dulce proviene de la oligofructosa inulina (carbohidrato que por medio de la cocción se transforma en fructosa, también llamado fructo-oligosacarina), que no es metabolizada por el organismo humano y resulta ideal para el consumo de los diabéticos.
El tubérculo conservado en lugares secos, a temperaturas entre los 12ºC y 16ºC puede conservarse entre uno y dos meses.
La jícama es una excelente alternativa para quienes siguen un menú bajo en carbohidratos y puede tomarse a cualquier hora del día. La jícama es un vegetal saludable.