Son tantas las dietas que existen actualmente, todas con el slogan de ser la mejor y más efectiva para hacer de nuestro cuerpo una máquina perfecta.

Hay tantas teorías y contra teorías nutricionalistas sobre los índices correctos y adecuados de calorías, micronutrientes, vitaminas, de qué alimentos deben ser consumidos y cuáles no, que lo normal es que si alguien quiere comenzar una dieta por sí mismo, al rato tenga un soberbio dolor de cabeza y no haya logrado decidirse por nada, y sólo esté mucho más confundido que al principio.

Sin embargo, estar razonablemente sano no tiene porqué implicar cambiar radicalmente de dieta o comenzar rutinas frenéticas de ejercicios: mejorar lo suficiente la calidad de sus hábitos de dieta y de vida, no es algo súper difícil. Es más, cuanto más sencillo sea, más rápidamente se puede convertir en un hábito.

No olvidemos que conseguir y mantener un estado continuo de salud se debe a una constancia de determinados hábitos: al principio apenas notaremos los cambios, pero con el tiempo serán muy evidentes.

Consecuentemente, comer alguna galleta no va a destruir una dieta equilibrada, y por el contrario, hacer la maratón no va a revertir los efectos de toda una vida comiendo comida chatarra. Debe haber un equilibrio.

Vamos a dar 5 pautas sencillas para ir acrecentando su salud y la eficacia de su dieta:

Recién levantados del descanso nocturno es el momento en que más deshidratados estamos de todo el día, y esto es necesario corregirlo rápidamente.

Ya que el agua es vital para la mayoría de los procesos vitales de nuestro organismo, como por ejemplo, un funcionamiento cerebral óptimo, el transporte de nutrientes a las células y es el  medio de transporte de los desechos de las mismas, para una adecuada digestión de los nutrientes de los alimentos, y básica para que las señales nerviosas se creen y transporten adecuadamente, así como para  una adecuada contracción de nuestros músculos, por mencionar sólo algunos.

Además, beber agua recién levantados nos ayudará mucho más eficazmente a liberarnos de los desechos metabólicos almacenados durante la noche.

Lo ideal es beber al menos medio litro (si es posible, un litro), antes de comer cualquier otro alimento.

Esto básicamente quiere decir que si comemos bajo estrés, no lograremos digerir bien los alimentos y no obtendremos los beneficios de los nutrientes que contienen. 

Esto se debe a que cuando estamos estresados, el estímulo hormonal hace que produzcamos menos saliva, y que la sangre se derive desde los órganos a los músculos de las extremidades, un proceso instintivo de adaptación. Al mismo tiempo que se reducen la producción de enzimas y los procesos digestivos.

Esto se acompaña de una tendencia de supervivencia a comer rápidamente, masticando mal, con lo que disminuye su absorción, e incluso su eliminación, permaneciendo los alimentos mal digeridos demasiado tiempo en nuestro sistema digestivo.

Evitemos todo esto: respiremos profundamente unas cuantas veces antes de sentarnos a comer y relajémonos. De esta manera activamos el sistema parasimpático, cuya acción es exactamente la contraria a la que desencadena el sistema nervioso simpático, el estrés.

Con esta simple adición, lograremos un aumento significativo de nutrientes esenciales, y una vez más, veremos que no tenemos que prescindir totalmente de algunos alimentos procesados que nos vuelven locos, ni convertirnos en fanáticos paleo o veganos, para lograr una mejora evidente de la calidad de nuestra dieta.

Con esto incluiremos una buena cantidad de fibra y de antioxidantes, además de algunos fitonutrientes que sólo existen en las plantas.

Otro uso habitual que debemos evitar es la erradicación absoluta de elementos “perjudiciales” de nuestra dieta, ya que esto sólo hará que deseemos más fuertemente todos estos alimentos ahora prohibidos. 

En lugar de prohibirnos algunos placeres culinarios no muy recomendables, añadamos más elementos saludables a nuestra dieta: 

Elabora aderezos divertidos para tus ensaladas de la comida y la cena, crea batidos con vegetales para el desayuno, experimenta con nuevas recetas de nuevos libros de cocina..., en resumen, cambia la abundancia por la diversidad, y harás la dieta mucho más soportable y sostenible, y comprobarás que a medida que añades más elementos a tu dieta, ésta es más saludable.

Lo peor para lograr objetivos con nuestra dieta, es engañarnos a nosotros mismos: es fundamental ser honestos consigo mismos al respecto de los alimentos que comemos, si es que queremos recuperar nuestra salud.

Cuando anotemos puntualmente lo que comemos durante una semana, nos daremos cuenta de la cantidad de veces que comemos dulces pensando que no son muchas.

A veces, el simple hecho de hacernos conscientes de nuestros hábitos alimenticios es suficiente para propiciar un cambio sostenido y saludable. 

No estamos hablando de buscarnos faltas o argumentos para estimular el auto rechazo, sino sólo de conocer los puntos sobre los que hemos de trabajar, ya que sólo se puede cambiar lo que se conoce.