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Cuando tu pareja te impide adelgazar

A menudo sucede en la vida de muchas mujeres que cuando vivimos en pareja comenzamos a “relajarnos” y a disfrutar de ese nuevo estatus y al tiempo descubrimos para nuestra sorpresa que ya no nos es tan fácil quitarnos “esos kilitos de más” que hacen que ese vestido tan sexy que hace tiempo no nos ponemos ahora nos quede un poco “demasiado” ajustado. ¿Qué ha podido suceder?. Ya no hacemos tantas cenas románticas como al principio para que la causa de nuestros “michelines del amor” sean tan persistentes ¿o no?.

Pero no nos auto engañemos, si hiciéramos una ligera retrospección de nuestros días cotidianos podríamos observar como esos ligeros pero constantes aumentos de peso suelen ir asociados, a grandes rasgos, a dos hechos concretos que en si, no tienen nada de malo y que por ello no los consideramos problema alguno en nuestra vida.
Básicamente por un lado hemos dejado de obsesionarnos con nuestra línea porque hemos adquirido una creciente seguridad en nosotras mismas al respecto de que a nuestra pareja le gustemos tal y como somos, e incluso, ¿ese ligero aumento en la talla de nuestro sujetador no le es agradable?.

Pero no nos equivoquemos, es cierto que ambos disfrutáis de una tarde apaciblemente relajados delante de la tele, en ropa de andar por casa (holguera y cómoda) y picoteando aperitivos varios, pero esto no debe estar reñido a la larga con un cuerpo saludable y en su peso adecuado. El compartir no ha de significar dejadez a la larga ni está reñido con una forma de vida saludable.
Por otro lado, comenzamos a comer las mismas cantidades de comida que ellos. Perdemos la consciencia de que el metabolismo de nuestro chico es diferente al nuestro, ellos queman grasa como por tres de nosotras, así que nuestra ingesta no puede ser la misma.

¿Nuestra pareja es un hombre deportista y musculoso? En cuanto llegue a casa estará comiendo como lima sorda y no solo a la hora de las comidas, sino entre comidas, pero no le supondrá problema alguno puesto que el gimnasio se hará cargo de ello. Pero a nosotras nos dejará con unos kilos de más puesto que comeremos cuando el come y las raciones no van a ser mucho menores si no ponemos atención.

¿Qué nuestra pareja no es deportista, sino más bien rellenito y sedentario? Entonces el peligro serán esos aperitivos compartidos en el sofá, en lugar de estar juntos dando un paseo y sacando de su pereza nuestro físico.

Para ellos estos escenarios no suponen un problema demasiado importante a corto plazo, pero para nosotras, ese mismo lapso de tiempo se traducen en esos kilos de más y en una despedida a la comida sana y equilibrada.
Pero no hay ni que desesperar ni que decir ¡bueno, no me importa, a mi novio le gusto así!, tan solo hay que recuperar el sentido común y el equilibrio. El sentido común de comprender que nuestro metabolismo es diferente y que no podemos hacer las mismas cosas que ellos de la misma manera, y saber que a la larga, una inadecuada alimentación pasará factura a nuestra salud.
Las soluciones pasan por adquirir costumbres tan sencillas como por ejemplo:

  1. Ser tú y no él quien prepare las raciones del plato, ya que ellos tienden a comer con la vista y suelen tender a pensar que “más es mejor”.

  2. Cuando pidáis comida para llevar, se tú quien pida el menú. Ellos suelen tener poco presente lo que es más natural, o la mejor combinación de alimentos. ¿recuerdan lo que son las vitaminas, los nutrientes y las calorías?

  3. Si salís a comer fuera, vístete de manera “menos cómoda”, ponte ese vestido que acentúa tu figura y te hace sentir más guapa. Haz la prueba, probablemente no comas igual que si salieses en chándal.

  4. Engaña a tu mente, si tomas vino, que esa copa de vino sustituya al pan con el que pensabas acompañar la comida o al revés.

  5. Aléjate de la televisión, aunque igualmente contempléis la playa o las estrellas tumbados en una toalla, con toda probabilidad no será acompañados de la multitud de chucherías con que acostumbraríais a endulzar una película. Si en lugar de la tele salís a compartir un paseo u otro ejercicio suave mejor que mejor.
Así pues, y aunque de momento nuestras parejas no nos critiquen e incluso alaben un tanto nuestras progresivas redondeces, nuestro pecho más relleno o las caderas más prominentes, eso no se quedará ahí si seguimos con ese tipo de dieta.

A medida que pasa el tiempo, el metabolismo se enlentece, la capacidad de quemar calorías es menor y nuestras hormonas pueden terminar de jugarnos la mala pasada final, pues la menopausia asienta definitivamente nuestra obesidad, que ya desde esos aparentemente inocuos momentos de placer frente al televisor, fuimos gestando, y se torna espantósamente difícil cómo adelgazar.
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