
Si bien desde hace años
ya prácticamente todo el mundo sabe que comer determinados alimentos
con alto contenido de azúcar, de grasas saturadas, etc., pueden
ocasionar severas enfermedades (además del obvio incremento de peso)
como la diabetes y enfermedades cardiovasculares del tipo de
arteriosclerosis y sus consecuencias.
Esta amenaza implícita a
nuestra salud apenas ha conllevado una reducción del peso de muchas
personas que, siendo conscientes de las consecuencias, no pueden
acallar esa vocecita interior que termina convenciéndoles de que el
ejercicio lo podemos hacer en otro momento, y que tampoco será tan
malo que nos comamos un bollito o un par de magdalenas con un buen
café...
Ciertos momentos de nuestra vida así nos han acostumbrado,
como el merecido descanso vespertino tras una dura jornada laboral y
otros. Hemos de lograr vencer esa inercia, aunque eso suponga un
sacrificio, pues si no, las consecuencias no solamente serán que
engordemos cada vez más, y sobre todo a medida que envejecemos y
nuestro metabolismo se enlentece, sino que con seguridad sufriremos
alguna de las mortales enfermedades que pueden acabar con nosotros.
Para lograr acallar esa
persistente vocecita que continuamente relaja nuestra disciplina,
podemos intentar seguir estos consejos:

Si nos fijamos en nuestros
hijos y en sus amigos, vemos que raramente tienen tiempo de mostrarse
perezosos, siempre tienen a su alrededor incentivos que vienen de sus
padres, los entrenadores, sus propios amigos y compañeros de juegos,
y los profesores.
Hemos de tomar ejemplo de ellos, y configurar
nuestro mundo de manera que facilitemos el realizar estas actividades
que pueden suscitarnos la pereza y el surgimiento de la malévola
vocecilla. Dejemos preparada nuestra bolsa del gimnasio y llamemos a
un amigo para quedar con él o ella e ir a hacer ejercicio. Hagamos
de nuestro entorno un lugar que no propicie la pereza.

No es extraño que hagamos
uso de una serie de excusas muy bien montadas para alegar
imposibilidad de ejercitarnos en un cambio de vida y de rutina que
contemple el ejercicio.
A veces la excusa la ponemos en el trabajo,
otras en las ocupaciones familiares, etc. Pero hemos de ser
conscientes de que eso no son más que excusas: miremos cuánto
tiempo invertimos por ejemplo frente al televisor, y no hemos de
quebrarnos la cabeza para dedicarle una buena parte de nuestro tiempo
cotidiano.
Hemos de reconocer cuándo la malévola vocecilla empieza
a poner excusas y hacerle frente.

No debemos extrañarnos de
que el intento de cambio que estamos protagonizando en algún momento
nos supere y no logremos mantenernos en su disciplina en algún
momento.
Pero la actitud con la que afrontamos estos pequeños
deslices es muy importante, porque cuando decimos que “siempre
fallo al intentar mantener mi dieta, no tengo fuerza de voluntad”,
reforzamos esta noción en nosotros.
Hemos de ser mucho más
positivos y aceptar el desliz como algo pasajero que no interferirá
en la prosecución del plan: “era sólo un postre, un pequeño
fallo en toda la semana, mañana seguimos con el plan”.

Realmente la razón
fundamental que en la mayoría de las ocasiones y a la mayoría de
las personas mueve, es la emoción. Podemos razonar y decidir, pero
si finalmente nuestra emoción no nos mueve a algo, no lo haremos,
así de simple.
Por ejemplo, cuando compramos algo, tras sopesar los
pros y los contras, finalmente es nuestra emoción la que nos hace
decantarnos por comprarlo o no: si no nos emociona, sencillamente,
por muy buenas razones que existan, no lo compraremos.
Igual sucede
con nuestro cambio de vida, si no buscamos la emoción que lo motive,
nunca lo llevaremos totalmente a cabo, así que se trata de buscar la
razón emocional para llevar a cabo el cambio.

En contra de lo pensado
habitualmente, analizar demasiado las cosas en la mayoría de las
ocasiones leva a dejarnos paralizados y a que el tiempo se nos pase,
sin tomar una decisión. Aquéllos que quieren por encima de todo
alcanzar una meta, no se paran demasiado a analizarla, pues pierden
el empuje y entran en un debate eterno.
Así pues, lo mejor es que si
hemos tomado la decisión de realizar una actividad, no nos paremos a
pensarlo, simplemente, hagámosla.
Sencillos trucos, pero si
nos paramos un poquito a sopesarlos y los llevamos a la práctica,
veremos que dejamos atrás muchos pequeños inconvenientes mentales
que nos paralizan y nos estancan en nuestro cambio de vida.